El mar de Aral, ubicado en Asia Central, se ha convertido en una de las tragedias ecológicas más importantes, debido a su paulatina desaparición. Pese a los esfuerzos de varios países por contener su desecación, uno de los lagos más grandes del mundo sigue cediendo terreno ante el desierto.
Hace sólo unas décadas, el Mar de Aral superaba en superficie a Costa Rica. Sus aguas solían bañar y dar abundancia a las tierras calientes de Asia Central. Ahora es sólo un desierto.
La Unión Sovietica plantó en sus alrededores inmensos campos de algodón para terminar con la dependencia a las importaciones de este material, pero acabó por agotar los ríos que afluían hacia el Aral. Con cada década que pasaba, el mar fue desapareciendo, hasta quedar reducido a un charco de arena y sal, una combinación dañina que contamina el aire y los seres vivos.
Hace sólo unas décadas, el Mar de Aral superaba en superficie a Costa Rica. Sus aguas solían bañar y dar abundancia a las tierras calientes de Asia Central. Ahora es sólo un desierto.
La Unión Sovietica plantó en sus alrededores inmensos campos de algodón para terminar con la dependencia a las importaciones de este material, pero acabó por agotar los ríos que afluían hacia el Aral. Con cada década que pasaba, el mar fue desapareciendo, hasta quedar reducido a un charco de arena y sal, una combinación dañina que contamina el aire y los seres vivos.
La construcción de un dique para contener la desecación contribuyó a recuperar el nivel del agua en el Mar de Aral Norte. Sin embargo, queda todavía un enorme trabajo por hacer, especialmente en el sur, donde el gran nivel de salinidad causó la muerte de los peces. La gran pregunta es si los esfuerzos de la comunidad internacional bastarán para superar las consecuencias del abandono y la mala gestión de decenas de años.
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